UNA EXPERIENCIA DE SUPERVISIÓN EN EL EQUIPO DE TRABAJO SOCIAL CON FAMILIAS

La teoría dice que la Supervisión en Trabajo Social es “una actividad incluida dentro de la formación permanente con una metodología específica… Un espacio,,, para entender y profundizar en todos aquellos factores que confluyen en la práctica social, … y obtener otra mirada”. (Aragonés, 2010: 37-38).
El equipo de Trabajo Social con Familias participó durante los meses de invierno en un ciclo de sesiones de supervisión.
En el siguiente artículo os voy a contar lo que ha supuesto la experiencia para una de las componentes del equipo.
Como ya he mencionado la actividad se produjo en “invierno” y los que os dedicáis a la cuestión social, sabéis que los inviernos son largos y las primaveras parecen efímeras…
Pues bien, mi entrada tuvo lugar en un “invierno” en el que me encontraba instalada en las dificultades propias del trabajo social; percepción pobre sobre el avance de mi trabajo, quejas sobre el sistema, sensación de in-operatividad… Llegaba con una mochila cargada de percepciones; una mezcla entre mis miedos, mis deseos y mi visión de la realidad. A esta situación había que añadir la desconfianza en que el proceso que se abría pudiera aportarme herramientas válidas que facilitaran mi trabajo… creía haber empleado ya todos los recursos para solventar la situación.
Es posible, que sin yo saberlo, este era el momento perfecto para someterme a un proceso de SUPERVISIÓN, lejos de lo que yo pensaba.
Palabras como acogida, cuidado del espacio, ritmo, tono, planificación, respeto, expectación, son términos que me vienen a la cabeza al recordar aquella primera sesión, así que desde el momento inicial supe que lo que nos esperaba (a mi y mis compañeras) era algo cuanto menos interesante, mis antenas y mis sentidos se pusieron a trabajar.
Tanto mis compañeras, como yo misma, llegábamos dispuestas a avasallar a aquellos profesionales que nos acogieron con nuestras quejas, frustraciones, desencantos sobre lo ingrato de nuestra profesión, a dejarlos perplejos ante la dureza emocional de nuestro trabajo. Pero la respuesta no fue la esperada, de pronto no solo encontramos miradas complacientes hacia nuestro sufrimiento, sino que su intención no era “solo” escuchar…querían indagar, dar respuestas, profundizar y todo desde el sentir individual de cada una, no había refugio en la colectividad, tan cómoda en estas situaciones..
Con el paso de los días se establecieron las rutinas en las sesiones y en el lenguaje y algunas reflexiones fueron tomando forma. Del “nosotras sentimos” pasé al “yo me siento”, del malestar común pasé al malestar individual, del mirar para fuera pase al mirar para dentro, de la carga pasé al encargo y de la percepción pasé a la reflexión.
Así, una vez finalizadas la sesiones (las echo de menos) y en la actualidad soy capaz de identificar algunas de las situaciones en las que me siento más vulnerable, aquellas que me pueden hacer daño y en algunas extrañas ocasiones consigo encargarme de ellas, quizás no de la mejor manera posible, pero sí desde aquella que hace que me castigue menos posteriormente.
En realidad es muy posible que la supervisión me haya dado el superpoder (la barita mágica tan ansiada) de ser consciente de algunas cosas que antes no sabía que sabía, porque es posible que mucho de lo aprendido ya estaba en mí, pero de una forma desordenada.
Aprovecho este blog para en nombre de mis compañeras y en el mío propio agradecer a Mendas y Ana Rosa su acompañamiento en el proceso.
Además desde el equipo de familias queremos desear a “nuestra” Nekane buen viaje en el camino emprendido y desde luego recordarle que estamos dispuestas a señalizar con letreros luminosos el camino de vuelta a casa.