TRABAJAR LAS EXCEPCIONES, UN CAMINO PARA EL CAMBIO.

“Si al principio intenta algo para solucionar un problema y no tiene usted éxito, puede intentarlo otra vez; pero si tampoco entonces lo consigue, intente algo (totalmente) diferente”. Fisch, Weakland y Segal (1984).

Cada día las profesionales de este equipo lidiamos con situaciones complejas y en algunos casos desalentadoras, pues nos enfrentamos a generaciones de familias que rellenan los expedientes de los centros sociales, crisis familiares que requieren de toda nuestra atención y nos mantienen pegadas al teléfono, situaciones de exclusión social extrema y multitud de casos que en ocasiones nos hacen pensar que no hay camino para el cambio.

Por eso, tener una visión optimista y no ver los problemas desde un enfoque patológico nos alienta a seguir creyendo en nuestro trabajo.

Muchas de las dificultades que afrontan las familias se transforman en problemas como consecuencia precisamente de aquello que hacen para intentar resolverlas. Las soluciones disfuncionales, o soluciones intentadas fallidas, crean y perpetúan muchos de los problemas que nos encontramos en los contextos familiares.

El problema de estas “soluciones intentadas” no es solo su ineficacia, sino que agrava la situación cuando se aplican de modo repetitivo y creciente; soluciones del tipo “más de lo mismo”.

Es mejor entender el problema a través de su solución. De hecho, la mejor solución puede venir, simplemente, de la interrupción de lo que hemos llamado “soluciones intentadas”. Más que centrar nuestros esfuerzos en entender el porqué de un problema, interesa ayudar a la familia a descubrir cómo funciona y se mantiene.

Las intervenciones sistémicas intentan contribuir a romper el circuito que se crea entre las “soluciones intentadas” y la persistencia de los problemas. Este enfoque es parte de la terapia breve sistémica y fue creado aproximadamente en 1968, por un grupo formado por Paul Watzlawick, Richard Fish, John H. Weakland y Lynn Segal.

Esta escuela de Terapia profundizó por primera vez en la creación de una terapia breve, no más de 10 sesiones de una hora, y su principal herramienta para intervenir era buscar las soluciones que hasta el momento las familias habían llevado a cabo, así como los momentos en los que no se presentaba el problema o la persona lograba controlar la situación, excepciones, con el objetivo de que cada vez se produzcan con más asiduidad, procurando su perpetuidad y desarrollo.

Si los profesionales sociales pensamos en este proceso como parte del camino hacia la meta, conseguiremos ver una “salida” en dichos casos cíclicos y repetitivos.

“Problemas complejos no necesariamente necesitan soluciones complicadas (Nardone, 2002).

Ésta es una de las más sorprendentes aportaciones de la lógica estratégica y de los enfoques sistémicos. Un problema construido y mantenido a base de soluciones disfuncionales durante años puede desbloquearse en un tiempo breve si se interrumpen estas y se interviene en algún punto clave del sistema que le obligue a reequilibrase de manera sana. Esto nos obliga a los profesionales a hacer un análisis riguroso de las soluciones intentadas fallidas, pero también nos aporta una esperanza sobre las posibilidades de mejorar las situaciones complejas por las que atraviesan las personas con las que trabajamos.

En muchas ocasiones nuestros casos tienen un largo recorrido de intervenciones de distintos profesionales marcándoles lo que tienen que hacer una y otra vez, recurriendo a un sin fin de soluciones intentadas que hacen que perpetúe el problema. En estos casos será muy interesante explorar las excepciones, es decir, encontrar los momentos en los que se haya conseguido avanzar en el problema o que la familia haya enfrentado la situación de manera exitosa, consiguiendo los objetivos propuestos, generando que éstos momentos se repitan cada vez con mayor frecuencia, marcando la pauta de la intervención.

Para ver un ejemplo concreto, pensemos en un adolescente que sufre porque no se entiende con su padres, porque ha suspendido todas las asignaturas y porque la chica de la que se ha enamorado no le corresponde, podemos hacer una teoría general sobre su dificultad para relacionarse con las personas y las consecuencias de este hecho en la motivación y los resultados académicos, pero corremos el riesgo de alimentar una espiral de análisis que mantenga y justifique su inacción frente a esas situaciones, a la vez que profundiza en su baja autoestima. Nuestro trabajo es ayudar a reconocer que todas esas realidades existen pero que pueden construirse, afrontarse y resolverse con diferentes lógicas, yendo paso a paso, problema a problema, y movilizando los recursos oportunos en cada caso.

Si la única herramienta que posees es un martillo, todos los problemas te parecerán clavos”, afirmaba Mark Twain.

Este hecho, también nos atañe en el plano de la práctica profesional, ya que uno de los errores que en ocasiones cometemos es la tendencia a aplicar por sistema soluciones que han sido funcionales y útiles en otros contextos, con la creencia de que volverá a ser exitosa. La especificidad de cada situación familiar requiere procesos de análisis específicos y maneras particulares de interrumpir el mantenimiento de sus problemas y generar nuevas dinámicas. También cada familia tiene sus recursos concretos. Con cierta frecuencia el profesional puede olvidar este hecho y, entusiasmado con estrategias exitosas en el pasado, anticipar actuaciones que no necesariamente ayuden en la situación actual.

La locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener un resultado diferente